Fin de semana en el que nos ha tocado el puñetero juego del calamar.
Y es que esa es la premisa de esa serie. Sorprenderte al máximo antes de que te des siquiera cuenta de que te has quedado sin opciones. Que solo puede quedar uno y no eres tú, porque el juego, muy puñetero él, juega contigo y no al revés. Y eso es lo que nos pasó el sábado con el A. Buen despliegue defensivo, buena actitud y las mejores ocasiones. Pero resulta que se adelantan ellos 2-0. Cada vez que nos metíamos en el partido, zasca. Y el fuego no era solo enemigo. Cuando ya quedaba el último apretón, cuándo nos íbamos arriba para ser nosotros los que nos quedáramos vivos, zas...otro giro de guión. Lo que en la primera parte eran retenciones del balón para impedir el saque rápido por parte de los rivales y no tenía sanción, la tuvo en cuanto lo hicimos nosotros una sola vez. Apareció el calamar. Y es que el juego del calamar es así de hijoputa. Te asesta un golpe cuando crees que puedes llegar a la orilla. Quedaban 2:40. Nos dejaron con uno menos y el rival, sabiendo del botín conseguido con esos dos minutos, ni siquiera intentó tirar a puerta. Gran pundonor de los chavales que no bajaron los brazos a pesar del sainete y lo intentaron, sin suerte, hasta el final.
Pero claro, otra de las putadas que tiene el juego del calamar este, es que no se acaba tan fácil. Teníamos partido contra los líderes de Plata, el Pucela Kaló, imbatido desde hacía 19 partidos en Asofusa. Y empezamos el juego. Espectacular. Una primera parte para enmarcar. 4-0 con un juego de mucho nivel. De lo mejor que hemos visto en mucho tiempo. Pero claro, el jueguecito este se las trae. Un penalti que no es, Juan subido lesionado en el caballo cuál Cid Campeador que hizo a los nuestros sugestionarse con la leyenda y algunas arbitrariedades de los jueces estos del calamar y, a falta de 3 minutos, zasca, empate a 4. Pero claro, al ser el juego del calamar, solo puede quedar uno. Apenas 15 segundos cuando saca Iván, en dos toques le llega el balón a Carlos que grita ¡¡¡Lajo!!!, y manda un buen pase de haber sido este juego balonmano y no fútbol sala. Una "colgada" que se dice en handball. Lajo, que es un creyente de misa diaria y rosario al cuello...va y salta. Cierra los ojos y deja que el balón le golpee la cabeza. No del todo, porque con el poco giro de cuello que le daba la situación, le da para enviarla hacia la portería...bueno, no. Rectifico. La envía para la portería si esta hubiera estado en el tejado del Miriam Blasco. Pero hete aquí que empiezan a actuar otras fuerzas en el movimiento del balón. La gravedad, otra gran hijaputa muchas veces, se alía con nosotros y hace dos cosas. Primero, lleva al portero al suelo al chocar contra el defensa de Lajo y el mismo Lajo y le deja pegado al suelo usando sus 9,8 m/s2. Esos mismos 9,8 m/s2 de la puñetera gravedad hacen que el balón, que contra toda voluntad nuestra subía y subía, empiece a bajar describiendo una parábola que a Lajo le hubiera gustado más tendida. Con menos arco. Y sigue bajando y bajando, aumentado su velocidad en razón de su masa, llegando a depositarse dentro de la portería rival. La verdad es que todo esto duró unos 3 segundos. Pero desde la grada y desde el mismo campo, pareció que durara más que una canción de las últimas de Robe Iniesta. Pues eso, que al final, el juego del calamar dejó solo a uno y ese uno éramos nosotros. Resultado justo o no, porque un 4-1 o 5-2 a favor nuestro hubiera sido más justo. Gran segunda parte del Pucela Kaló pero el juego del calamar, para nosotros.